Monday, January 09, 2006

Tribus urbanas

Debemos a Auggie y a Aitor la fijación taxonómica de dos especies hasta ahora ignoradas por la ciencia evolutiva, a saber: los perroflautas y los gafapastas. Durante las átonas tardes de la Hoya uno puede filosofar, solazarse con pensamientos ociosos -si uno no fuera tan haragán podría haber escrito un par de obras maestras en el último año- y bloggear con jocosa indolencia. Fruto de esta especie de parálisis cerebral voy a proponer, cual Linneo con cachirulo, una nueva categoría humana: las sacaojos. Obsérvese que dicha especie sólo contiene individuos de género femenino, lo cual nos parecería indicio de su extinción próxima, a menos que algún zoólogo sin alma insistiera en criogenizar a alguna a pesar de su peligrosidad y mala intención, tal como Mengele se propuso preservar los genes de Hitler en aras a su perpetuación. Sin embargo, en una alarde de adaptación al medio, las muy ladinas consienten en aparearse con machos humanos apocados y con los bolsillos llenos a quienes emasculan emocionalmente y cuyo semen utilizan para concebir y educar a nuevas y cada vez más perfectas individuas de su grupo. Más aún, si alumbran varones humanos les inculcan los valores que los convertirán en los perfectos sacaojos consortes cuando estén en disposición fisiológica y moneteria para desempeñar dicha función.
Las sacaojos se dan en cualquier comunidad humana, aunque abundan especialmente en el lugar al que los nativos llaman Zárágózá y al que el resto de hispanohablantes denomina Zaragoza. Su nombre catalán es Saragossa, que más que un nombre parece un chiste de andaluces o una carrera de culebras. La designación sacaojos les viene de una caracérística peculiar que sólo muestran en días lluviosos, lo cual, tratándose de unas tierras de ancestral sequía, a pesar de estar bañada por el río Ébró, las hace sumamente esquivas a la obervación. Cuando llueve, las sacaojos salen de casa con un paraguas de tamaño similar a los parapentes que adornan los cielos de Castejón de Sos. No bien caminan dos pasos comienza su desenfrenado exterminio ocular, pues otra de sus características es la de ignorar y despreciar a los humanos en todas sus formas, si bien abominan en grado sumo de los machos jóvenes y de las hembras nacidas en países tropicales a quienes los cuatro escupitajos que caen en Zaragoza les parecen un chiste. Jamás se desplazarán un milímetro para dar paso a un humano, de modo que hay que estar alerta para echar a correr y evitarla en cuanto aparece en tu campo visual.Una vez vi a una sacaojos asesina entrando con el paraguas abierto en un autobús de Tuzsa: fue una masacre.
Cuando no llueve siguen siendo peligrosas: aunque vean a una embarazada zarandeada por la conducción temeraria de algún autobusero no le cederán el sitio; si un niño pasa corriendo por su proximidad le gritará y hará una apología de la pedagogía mamporrera; cuando su hijo le presente a su novia dirá que viste con esas faldas para disimular las cartucheras...en fin, ejemplos los hay a cientos porque, como dice el escorpión en el cuento, es su naturaleza.
Se puede minimizar el riesgo de encontrarse con una porque afortunadamente son fáciles de identificar a distancia. En primer lugar por el atuendo, ya que con el primer fresquito salen a la calle con un abrigo de visón que cobijaría a varias familias bolivianas. Además, como los indios americanos, se ponen pinturas de guerra en el rostro en esa forma contemporánea a la que llaman maquillaje: a su lado Inma la de Gran Hermano parece austera. Si por casualidad uno está despistado recordando el ombligo de su novia y una sacaojos se acerca por detrás, será fácil escucharla a varios pasos debido a un silbido similar al de la mamba negra producido por pulseras y demás abalorios con los que gustan de engalanarse.
Por último, y para terminar de fijar los atributos de esta especie, decir que se suelen reunir en grupos de cuatro o cinco individuas para tomar el té, y que se las puede observar en gran número los domingos en misa de 12 en el Pilar (que es una iglesia grande). En dicha iglesia se conserva un obús que, según quiere la leyenda, cayó durante la guerra civil y no explotó por la intervención de la Pilarica (que es una virgen, y un tótem en la religión particular de las sacaojos). Dice su Apocalipsis que dicho obús acabará por pensárselo mejor y estallará algún día. Los humanos esperan ansiosos el día en que por el estruendo todas las palomas de la plaza echarán a volar y cubrirán el cielo junto con los jirones negros de los visones y los pedacitos dorados de las pulseras.

3 Comments:

Blogger Augie March said...

Jajajajaja, doy fe de que existen. Yo las vi. Recuerdo cuando las contemplaba paseando por el boulevard de la Gran Vía zaragozana. Siempre me evocaban una lejana canción infantil: "Una señora gorda, por el paseo, ha roto una farola, con su sombrero..." o algo así.

7:53 AM  
Blogger John Self said...

En mi pueblo hay un montón. A pesar de la fachada de señoronas de barrio residencial americano, siguen arrobándose al hablar de sus actores actrices favoritos como por ejemplo "Kelvin Cosme" y "Winnie Wiston".

2:08 PM  
Blogger Kampai said...

El retrato de las especie "sacaojos" ha sido muy benévolo. No ha comentado los sacrificios humanos familiares y de amigos es aras de un mejor postor ocular o la aficiones mundialmente conocidas a la mecha, la prensa rosa o/y la cirujía.

9:18 AM  

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