Sunday, January 08, 2006

Lentos domingos

Saturno, trasunto latino del griego Cronos, se nos ha instalado en la conciencia en la forma aterradora en que lo pintó Goya. Por su crudeza y oscuridad este cuadro siempre me ha provocado una especie de desasosiego. Pero hay algo más, que probablemente se desprende de la historia que narra, o mejor aún del pozo metafísico que la leyenda ilustra. Según cuenta Hesíodo en su Teogonía (un libro equiparable en importancia a la Biblia, al Popol Vuh...en general a cualquiera de los monumentos que testimonian el origen de las distintas culturas), Cronos devora a sus hijos para evitar a su vez ser derrocado por ellos. Su esposa, Rea, consigue salvar mediante un engaño al pequeño Zeus, quien al cabo destruiría a los titanes dando paso a la era olímpica.
La leyenda se ve como una representación metafórica de uno de los eternos generadores de angustia en el hombre: el tiempo (Cronos). Según explica Mircea Eliade en El mito del eterno retorno, la mente arcaica no concibe el tiempo estrictamente en su carácter sucesivo sino que lo imagina como marco donde los mitos se iteran infinitamente. In illo tempore, en el tiempo mitológico, Teseo tantea eternamente el laberinto con el hilo de Ariadna, y si nos asomamos a la cosmogonía el mundo civilizado que representa la victoria de los dioses olímpicos está en continua creación y por la tanto en permanente riesgo. Uno de los hitos en la instauración del mundo es precisamente el origen del tiempo no arcaico, y tal imagen se ilustra a la perfección a través del mito: Cronos devora a sus hijos lo mismo que un instante nace del instante anterior para ser inmediatamente aniquilado. Muchos siglos después la matemática inventaría un tiempo continuo para describir la naturaleza, concepción que a estas alturas parece estar de nuevo en entredicho (¿no podrían existir pedazos irreductibles de tiempo al igual que la energía sólo puede transferirse en paquetes o quanta?). El echar a correr de la flecha del tiempo como un alud metafísico ante el cual el hombre es impotente me parece una hipótesis plausible para explicar en parte la angustia y el miedo a la muerte. A esa angustia remite la pintura de Goya.
Quiero consignar aquí, para conocimiento de todos y en especial de filósofos, físicos teóricos, místicos y desocupados en general, el descubrimiento de una singularidad en el devenir temporal del universo. No cuento con el aparato teórico adecuado para mi descubrimiento pero dispongo de palmarias evidencias empíricas que lo demuestran. Os invito a todos a pasar una tarde de domingo en La Hoya y sabréis de qué estoy hablando.

1 Comments:

Blogger voland said...

Hola Xavier, me alegro de que te haya gustado. Me asomaré a tu blog en cuanto tenga un rato, el tema me parece muy interesante (e infinito).

Saludos,

3:03 AM  

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